http://www.civismo.org/en/opinion-articles/los-refugiados-y-la-teoria-de-los-clubs
Os invito a leer este artículo (y, por supuesto, a ser críticos). Soy un confeso devoto de la racionalidad económica. Primero por deformación profesional, pero, también, como antídoto (o refugio) frente a la demagogia y al populismo del que hacen gala la mayoría de nuestros políticos. Pero si algo he aprendido (a nivel personal y profesional), es que los argumentos estrictamente económicos fallan. En este post me propongo argumentar sobre la presencia de otras variables no tenidas en cuenta en el artículo, que también tienen trascendencia económica. También defiendo la existencia de ciudadanos (entre los que me incluyo), que no son impermeables a argumentos que exceden del universo puramente económico, aun siendo conscientes del coste que ello les supone.
El problema de la racionalidad económica comienza, en mi opinión, por su nombre. No todos somos racionales. Afortunadamente, la mayoría no nos llevamos por argumentos estrictamente racionales, desde una perspectiva estrictamente económica. Un liberalismo extremo adolece de solidaridad y cuestionaría las bases que justifican el Estado Social y Democrático de Derecho (el Estado del Bienestar). Cuestionar esto nos situaría en los albores del Siglo XX, en el modelo socioeconómico anterior a la Primera Guerra Mundial. Ninguno de nuestros partidos políticos, ni los de nuestro entorno (salvo algunos muy minoritarios) defienden postura semejante.
Por otro lado, los modelos que basan sus predicciones en incentivos económicos sufren de una perturbación aleatoria insoslayable. Para los interesados en el ángulo científico de esta afirmación, os invito a contrastar los postulados del análisis económico, con los que ofrece la sociología. Nada de esto tiene que ver con mi afiliación a los postulados del análisis económico. Pero una cosa es la vocación y otra la toma de conciencia de la realidad. Además, la falta de consideración de parámetros adicionales en este caso concreto me parece particularmente cuestionable.
En primer lugar, está el argumento humanitario. Y aquí podría parar de escribir. Ahora bien, que quede claro que estos argumentos han predominado y, de hecho, fundamentan la política sobre inmigración estadounidense. Trump no ha dicho nada nuevo en este sentido. Traducido a términos económicos: los organismos supranacionales deberían intervenir para repartir el coste entre las grandes potencias mundiales. Sí a la solidaridad, pero es insostenible que la UE aborde un problema impermeable para ciertos estados de Oriente Próximo o los propios EE.UU.
La memoria histórica, en segundo lugar. España ha sido un estado emigrante (Guerra Civil), como lo han sido la mayor parte de los estados miembros durante el Siglo XX (Primera y Segunda Guerra Mundial).Este argumento también tiene que ver con la solidaridad del primero. En cuanto a la perspectiva económica, los agentes tienen memoria histórica. Si alguien lleva a cabo una conducta contraria al interés común de las partes, los perjudicados no estarán en disposición de negociar de nuevo (en otros contextos) con el free-rider (o, por lo menos, al mismo coste, sin exigir una prima muy superior al resto). Veremos qué ocurre con Hungría. Y advirtamos por qué la actitud de Merkel está siendo hasta cierto punto proactiva.
Tercero, la hipocresía. Cierto que Rusia está pretendiendo lavar su imagen (persiguiendo fines puramente económicos) con su intervención en Siria. También lo está haciendo EE.UU. Curiosamente, en el caso de Siria se ha tardado casi tres años en intervenir, a diferencia de Irak, lo cual hace cuestionar el papel de pacificador mundial pretendidamente desempeñado por EE.UU. En Siria no había intereses económicos hasta que ha aparecido el Estado Islámico como una amenaza real para los intereses occidentales en Oriente Próximo. No nos engañemos. Y no nos extrañemos de que acabemos manteniendo a Bashad Al Assad en el poder, como punto de equilibrio entre todos los intereses involucrados en este conflicto (gran parte de ellos ajenos a la población Siria). Mantener a líderes satélite era propio de la Guerra Fría (Gadafi, Sadam Hussein, etc.) y, en parte, explican los problemas actuales. ¿De verdad nos creemos que Siria debería poder evolucionar solita para poder atajar la crisis migratoria con sus propios medios? Seamos serios. En todo caso, es importante denotar que se trata de argumentos económicos, envueltos en política internacional. Son los mismos que pueden hacer caer un modelo económico como el propuesto. Lo que pasa es que, como ciudadano, me obligo a no anteponer este argumento a la solidaridad y a la memoria histórica.
Desde otra perspectiva, la negativa a acoger a inmigrantes musulmanes es absolutamente contraproducente en la lucha contra el Estado Islámico. La solidaridad de Occidente es esencial también para desautorizar al fundamentalismo islámico que tanto preocupa. No olvidemos que la frustración de las personas afectadas por la crisis es caldo de cultivo para este tipo de motivimientos (en los que subyace un alto arraigo de populismo y de demagogia).
Finalmente, otro argumento económico de peso. En este club no va a haber suficientes socios como para financiar los costes de mantenimiento. Ninguno de los socios podremos disfrutar de las instalaciones del club. La pirámide poblacional está invertida. ¿Nos decidiremos entonces a atraer flujos migratorios? No me creo que no haya inmigrantes capaces de aprender inglés (si es que no lo saben ya), de homologar sus títulos y de acceder al mercado laboral. Recordemos, lamentablemente, que los inmigrantes están pagando un precio para ser maltratados en su recorrido; luego no se trata de indigentes.
Hasta ahí la crítica al artículo. Evidentemente estoy de acuerdo en que una llegada masiva de inmigrantes no es sostenible. Gran parte del impulso de quienes defienden incondicionalmente la acogida de inmigrantes decaería si comprendieran las consecuencias económicas para sus bolsillos. Pero, a mi juicio, esto no quita para ponderar otros argumentos adicionales, que, como casi siempre, también se pueden traducir a términos económicos. Y el resto (lo que no pueda predecir el modelo), es posiblemente de lo que nos tengamos que enorgullecer. El que internaliza problemas ajenos de este tipo también será un mejor compañero, amigo y familiar. Al fin y al cabo, también es importante dormir con la conciencia tranquila por las noches.
En definitiva, hay un problema muy serio que requiere de soluciones innovadoras. Me gusta este artículo porque es un contrapunto a lo que se publica habitualmente en los medios. Pero, creo, que la virtud estará en el punto medio.
Un abrazo
Os invito a leer este artículo (y, por supuesto, a ser críticos). Soy un confeso devoto de la racionalidad económica. Primero por deformación profesional, pero, también, como antídoto (o refugio) frente a la demagogia y al populismo del que hacen gala la mayoría de nuestros políticos. Pero si algo he aprendido (a nivel personal y profesional), es que los argumentos estrictamente económicos fallan. En este post me propongo argumentar sobre la presencia de otras variables no tenidas en cuenta en el artículo, que también tienen trascendencia económica. También defiendo la existencia de ciudadanos (entre los que me incluyo), que no son impermeables a argumentos que exceden del universo puramente económico, aun siendo conscientes del coste que ello les supone.
El problema de la racionalidad económica comienza, en mi opinión, por su nombre. No todos somos racionales. Afortunadamente, la mayoría no nos llevamos por argumentos estrictamente racionales, desde una perspectiva estrictamente económica. Un liberalismo extremo adolece de solidaridad y cuestionaría las bases que justifican el Estado Social y Democrático de Derecho (el Estado del Bienestar). Cuestionar esto nos situaría en los albores del Siglo XX, en el modelo socioeconómico anterior a la Primera Guerra Mundial. Ninguno de nuestros partidos políticos, ni los de nuestro entorno (salvo algunos muy minoritarios) defienden postura semejante.
Por otro lado, los modelos que basan sus predicciones en incentivos económicos sufren de una perturbación aleatoria insoslayable. Para los interesados en el ángulo científico de esta afirmación, os invito a contrastar los postulados del análisis económico, con los que ofrece la sociología. Nada de esto tiene que ver con mi afiliación a los postulados del análisis económico. Pero una cosa es la vocación y otra la toma de conciencia de la realidad. Además, la falta de consideración de parámetros adicionales en este caso concreto me parece particularmente cuestionable.
En primer lugar, está el argumento humanitario. Y aquí podría parar de escribir. Ahora bien, que quede claro que estos argumentos han predominado y, de hecho, fundamentan la política sobre inmigración estadounidense. Trump no ha dicho nada nuevo en este sentido. Traducido a términos económicos: los organismos supranacionales deberían intervenir para repartir el coste entre las grandes potencias mundiales. Sí a la solidaridad, pero es insostenible que la UE aborde un problema impermeable para ciertos estados de Oriente Próximo o los propios EE.UU.
La memoria histórica, en segundo lugar. España ha sido un estado emigrante (Guerra Civil), como lo han sido la mayor parte de los estados miembros durante el Siglo XX (Primera y Segunda Guerra Mundial).Este argumento también tiene que ver con la solidaridad del primero. En cuanto a la perspectiva económica, los agentes tienen memoria histórica. Si alguien lleva a cabo una conducta contraria al interés común de las partes, los perjudicados no estarán en disposición de negociar de nuevo (en otros contextos) con el free-rider (o, por lo menos, al mismo coste, sin exigir una prima muy superior al resto). Veremos qué ocurre con Hungría. Y advirtamos por qué la actitud de Merkel está siendo hasta cierto punto proactiva.
Tercero, la hipocresía. Cierto que Rusia está pretendiendo lavar su imagen (persiguiendo fines puramente económicos) con su intervención en Siria. También lo está haciendo EE.UU. Curiosamente, en el caso de Siria se ha tardado casi tres años en intervenir, a diferencia de Irak, lo cual hace cuestionar el papel de pacificador mundial pretendidamente desempeñado por EE.UU. En Siria no había intereses económicos hasta que ha aparecido el Estado Islámico como una amenaza real para los intereses occidentales en Oriente Próximo. No nos engañemos. Y no nos extrañemos de que acabemos manteniendo a Bashad Al Assad en el poder, como punto de equilibrio entre todos los intereses involucrados en este conflicto (gran parte de ellos ajenos a la población Siria). Mantener a líderes satélite era propio de la Guerra Fría (Gadafi, Sadam Hussein, etc.) y, en parte, explican los problemas actuales. ¿De verdad nos creemos que Siria debería poder evolucionar solita para poder atajar la crisis migratoria con sus propios medios? Seamos serios. En todo caso, es importante denotar que se trata de argumentos económicos, envueltos en política internacional. Son los mismos que pueden hacer caer un modelo económico como el propuesto. Lo que pasa es que, como ciudadano, me obligo a no anteponer este argumento a la solidaridad y a la memoria histórica.
Desde otra perspectiva, la negativa a acoger a inmigrantes musulmanes es absolutamente contraproducente en la lucha contra el Estado Islámico. La solidaridad de Occidente es esencial también para desautorizar al fundamentalismo islámico que tanto preocupa. No olvidemos que la frustración de las personas afectadas por la crisis es caldo de cultivo para este tipo de motivimientos (en los que subyace un alto arraigo de populismo y de demagogia).
Finalmente, otro argumento económico de peso. En este club no va a haber suficientes socios como para financiar los costes de mantenimiento. Ninguno de los socios podremos disfrutar de las instalaciones del club. La pirámide poblacional está invertida. ¿Nos decidiremos entonces a atraer flujos migratorios? No me creo que no haya inmigrantes capaces de aprender inglés (si es que no lo saben ya), de homologar sus títulos y de acceder al mercado laboral. Recordemos, lamentablemente, que los inmigrantes están pagando un precio para ser maltratados en su recorrido; luego no se trata de indigentes.
Hasta ahí la crítica al artículo. Evidentemente estoy de acuerdo en que una llegada masiva de inmigrantes no es sostenible. Gran parte del impulso de quienes defienden incondicionalmente la acogida de inmigrantes decaería si comprendieran las consecuencias económicas para sus bolsillos. Pero, a mi juicio, esto no quita para ponderar otros argumentos adicionales, que, como casi siempre, también se pueden traducir a términos económicos. Y el resto (lo que no pueda predecir el modelo), es posiblemente de lo que nos tengamos que enorgullecer. El que internaliza problemas ajenos de este tipo también será un mejor compañero, amigo y familiar. Al fin y al cabo, también es importante dormir con la conciencia tranquila por las noches.
En definitiva, hay un problema muy serio que requiere de soluciones innovadoras. Me gusta este artículo porque es un contrapunto a lo que se publica habitualmente en los medios. Pero, creo, que la virtud estará en el punto medio.
Un abrazo
PS: me comprometo a retomar este blog. La siguiente entrada: "Mitos y realidades sobre la deuda (una vez más sobre el Grexit)".