domingo, 4 de octubre de 2015

http://www.civismo.org/en/opinion-articles/los-refugiados-y-la-teoria-de-los-clubs

Os invito a leer este artículo (y, por supuesto, a ser críticos). Soy un confeso devoto de la racionalidad económica. Primero por deformación profesional, pero, también, como antídoto (o refugio) frente a la demagogia y al populismo del que hacen gala la mayoría de nuestros políticos. Pero si algo he aprendido (a nivel personal y profesional), es que los argumentos estrictamente económicos fallan. En este post me propongo argumentar sobre la presencia de otras variables no tenidas en cuenta en el artículo, que también tienen trascendencia económica. También defiendo la existencia de ciudadanos (entre los que me incluyo), que no son impermeables a argumentos que exceden del universo puramente económico, aun siendo conscientes del coste que ello les supone.

El problema de la racionalidad económica comienza, en mi opinión, por su nombre. No todos somos racionales. Afortunadamente, la mayoría no nos llevamos por argumentos estrictamente racionales, desde una perspectiva estrictamente económica. Un liberalismo extremo adolece de solidaridad y cuestionaría las bases que justifican el Estado Social y Democrático de Derecho (el Estado del Bienestar). Cuestionar esto nos situaría en los albores del Siglo XX, en el modelo socioeconómico anterior a la Primera Guerra Mundial. Ninguno de nuestros partidos políticos, ni los de nuestro entorno (salvo algunos muy minoritarios) defienden postura semejante.

Por otro lado, los modelos que basan sus predicciones en incentivos económicos sufren de una perturbación aleatoria insoslayable. Para los interesados en el ángulo científico de esta afirmación, os invito a contrastar los postulados del análisis económico, con los que ofrece la sociología. Nada de esto tiene que ver con mi afiliación a los postulados del análisis económico. Pero una cosa es la vocación y otra la toma de conciencia de la realidad. Además, la falta de consideración de parámetros adicionales en este caso concreto me parece particularmente cuestionable.

En primer lugar, está el argumento humanitario. Y aquí podría parar de escribir. Ahora bien, que quede claro que estos argumentos han predominado y, de hecho, fundamentan la política sobre inmigración estadounidense. Trump no ha dicho nada nuevo en este sentido. Traducido a términos económicos: los organismos supranacionales deberían intervenir para repartir el coste entre las grandes potencias mundiales. Sí a la solidaridad, pero es insostenible que la UE aborde un problema impermeable para ciertos estados de Oriente Próximo o los propios EE.UU.

La memoria histórica, en segundo lugar. España ha sido un estado emigrante (Guerra Civil), como lo han sido la mayor parte de los estados miembros durante el Siglo XX (Primera y Segunda Guerra Mundial).Este argumento también tiene que ver con la solidaridad del primero. En cuanto a la perspectiva económica, los agentes tienen memoria histórica. Si alguien lleva a cabo una conducta contraria al interés común de las partes, los perjudicados no estarán en disposición de negociar de nuevo (en otros contextos) con el free-rider (o, por lo menos, al mismo coste, sin exigir una prima muy superior al resto). Veremos qué ocurre con Hungría. Y advirtamos por qué la actitud de Merkel está siendo hasta cierto punto proactiva.

Tercero, la hipocresía. Cierto que Rusia está pretendiendo lavar su imagen (persiguiendo fines puramente económicos) con su intervención en Siria. También lo está haciendo EE.UU. Curiosamente, en el caso de Siria se ha tardado casi tres años en intervenir, a diferencia de Irak, lo cual hace cuestionar el papel de pacificador mundial pretendidamente desempeñado por EE.UU. En Siria no había intereses económicos hasta que ha aparecido el Estado Islámico como una amenaza real para los intereses occidentales en Oriente Próximo. No nos engañemos. Y no nos extrañemos de que acabemos manteniendo a Bashad Al Assad en el poder, como punto de equilibrio entre todos los intereses involucrados en este conflicto (gran parte de ellos ajenos a la población Siria). Mantener a líderes satélite era propio de la Guerra Fría (Gadafi, Sadam Hussein, etc.) y, en parte, explican los problemas actuales. ¿De verdad nos creemos que Siria debería poder evolucionar solita para poder atajar la crisis migratoria con sus propios medios? Seamos serios. En todo caso, es importante denotar que se trata de argumentos económicos, envueltos en política internacional. Son los mismos que pueden hacer caer un modelo económico como el propuesto. Lo que pasa es que, como ciudadano, me obligo a no anteponer este argumento a la solidaridad y a la memoria histórica.


Desde otra perspectiva, la negativa a acoger a inmigrantes musulmanes es absolutamente contraproducente en la lucha contra el Estado Islámico. La solidaridad de Occidente es esencial también para desautorizar al fundamentalismo islámico que tanto preocupa. No olvidemos que la frustración de las personas afectadas por la crisis es caldo de cultivo para este tipo de motivimientos (en los que subyace un alto arraigo de populismo y de demagogia).

Finalmente, otro argumento económico de peso. En este club no va a haber suficientes socios como para financiar los costes de mantenimiento. Ninguno de los socios podremos disfrutar de las instalaciones del club. La pirámide poblacional está invertida. ¿Nos decidiremos entonces a atraer flujos migratorios? No me creo que no haya inmigrantes capaces de aprender inglés (si es que no lo saben ya), de homologar sus títulos y de acceder al mercado laboral. Recordemos, lamentablemente, que los inmigrantes están pagando un precio para ser maltratados en su recorrido; luego no se trata de indigentes.

Hasta ahí la crítica al artículo. Evidentemente estoy de acuerdo en que una llegada masiva de inmigrantes no es sostenible. Gran parte del impulso de quienes defienden incondicionalmente la acogida de inmigrantes decaería si comprendieran las consecuencias económicas para sus bolsillos. Pero, a mi juicio, esto no quita para ponderar otros argumentos adicionales, que, como casi siempre, también se pueden traducir a términos económicos. Y el resto (lo que no pueda predecir el modelo), es posiblemente de lo que nos tengamos que enorgullecer. El que internaliza problemas ajenos de este tipo también será un mejor compañero, amigo y familiar. Al fin y al cabo, también es importante dormir con la conciencia tranquila por las noches.

En definitiva, hay un problema muy serio que requiere de soluciones innovadoras. Me gusta este artículo porque es un contrapunto a lo que se publica habitualmente en los medios. Pero, creo, que la virtud estará en el punto medio.

Un abrazo

PS: me comprometo a retomar este blog. La siguiente entrada: "Mitos y realidades sobre la deuda (una vez más sobre el Grexit)".

jueves, 29 de agosto de 2013

Obama, Clint Eastwood y Dante Alighieri.

Queridos amigos, críticos y lectores:

Únicamente un cínico podría decir que EE.UU. está dispuesto a volver ignorar al Consejo de Seguridad de la ONU para invadir Siria. En todo caso, lo hará para circunvalar el veto de Rusia, principal exportador de armas a Siria, donde tiene situada su única base militar estratégica en el Mediterráneo. El apoyo de China tiene un carácter más romántico, de tradicional alianza política, por lo que antes o después caerá, al igual que pasó con Corea del Norte. Quizás un iluso podría considerar que la violación del convenio internacional contra el uso de armas químicas constituye algo más que la justificación jurídica. Puede que ni eso, pues el tratado de la OTAN, vía tradicional para ignorar a la ONU, parece suficiente. A estas alturas el desastre humanitario ya es inevitable. Lo que muchos nos preguntamos es qué gana esta vez EE.UU. (También se podría discutir sobre qué o quién otorga a EE.UU. el papel de árbitro mundial… En fin). En Washington, tanto demócratas como republicanos, temen una nueva inversión a fondo perdido. Muy a pesar de Bush –y de los contribuyentes estadounidenses–, los contratos de Iraq se los adjudicó China. Pues bien, parece ser que Obama se va a ver obligado a intervenir para no perder credibilidad en la mesa de negociación frente a Irán y Corea del Norte. Aun a riesgo de que el apoyo a los musulmanes radicales enfade a Israel y provoque aún más incertidumbre en Egipto. Con todo, el criminal que usara las armas químicas, y todo apunta a los interesados en la intervención (es decir, no el régimen), ha desencadenado el penúltimo desastre en Oriente Próximo.

Confesaba Clint Eastwood en Gran Torino que había besado a una compañera de trabajo y que no había llegado a conocer a sus hijos. Asimismo reconocía atormentado la trágica experiencia vivida en Vietnam. El último pecado es el interesante a los efectos de esta entrada. Walt Kowalski reconoce no haber liquidado el impuesto correspondiente a la ganancia patrimonial obtenida en la venta de una lancha a motor que hubo vendido por $900. El Sr. Kowalski dice que no pagar impuestos equivale a robar. ¿Cuántos españoles consideramos que no pagar impuestos por la venta de nuestra moto equivale a robar? A mí me parece que muchos pagamos impuestos por inercia. Quizás más impulsados por los recargos, intereses de demora y sanciones que por nuestro convencimiento ciudadano. No es que no conozcamos y asintamos ante la función social de la financiación pública y la redistribución de la riqueza a través de los impuestos. Es un mal colectivo sustentado por los casos de corrupción de los que nos escandalizamos y por los ahorros fiscales de los conocidos a quienes envidiamos. A veces me pregunto por qué habríamos de esperar que la clase política no se comportara de la misma manera que muchas de las personas que les votamos. Y no entro en cuestiones de moral. No me gusta juzgar ni dar lecciones. Lo que quiero decir es que, a distintos niveles, es el mismo problema. No me cabe duda de que el poder corrompe. Pero el pecado, me temo, es original. “Esta vez me toca a mí”. “Son dos años de justicia material”. “¿Acaso no harías tú lo mismo si tuvieras la misma oportunidad?”. Reprocho estos argumentos por todos conocidos. “Carlos, ¿cómo quieres que alguien cree empleo si no puedo mantener la empresa a menos que lleve una contabilidad B?”. “Tú sabes todo lo que cuesta crear y mantener una empresa”. “¿Sabes los tijeretazos de liquidez que me mete el IVA repercutido?”. No digo que no. Pero esa no es la cuestión. No es de extrañar que un muy buen amigo alemán –no muy del parecer de su Canciller–, nada más conocerme hiciera referencia a la picaresca española. Hasta que entendamos que no pagar impuestos es robar, seremos pícaros. Y por supuesto lo serán los que nos representen. La conciencia ciudadana es un bien colectivo.

Por ello, me encantaría decir que el peor problema de España es nuestra clase política. Desearía hacerlo, pero creo que me engañaría. Si así fuera, si nuestro tumor fueran los políticos, no veríamos a tantos jóvenes en los mítines. Tampoco votaríamos probablemente con la misma devoción del aficionado del Barça que no se cambiaba de camiseta cuando teníamos a Meho Kodro y a Jordi Cruiff en la delantera. Y quizás, ni tan siquiera toleraríamos y retwitteraríamos al Sr. Pedro J. Ramírez sin miedo a hartarnos. Lamentable que los titulares de los últimos meses, la imagen que damos como país frente al exterior, esté protagonizada por el penúltimo caso de corrupción política. Sin duda es relevante, y mucho. Pero también lo es resaltar el buen hacer de todos los que tratamos de salir de esta crisis con honestidad y esfuerzo.

Tampoco acepto mi tendencia a creer que el partido político que ganó las últimas elecciones me ha decepcionado. Lo que no esperaba es que llegara a echar en falta la toma de decisiones de su homólogo anterior cuando ya había perdido su crédito político y, por tanto, poco o nada le quedaba por perder. Casi se me olvida que tienen mayoría absoluta. La falta de carisma y su carácter pusilánime son descorazonadores. Casi tanto como reseñable es su mala suerte (primero el 11-M con unas elecciones ganadas –el motivo de su elección– y ahora la inesperada –pero merecida– crisis de credibilidad). Frente a ello, cabe recordar que un tal Napoleón exigía a los candidatos a generales que acreditaran su buena suerte.

“Los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en época de crisis moral”. Dante Alighieri.

Un abrazo


PS: Os animo a que seáis más críticos que nunca con esta entrada. En especial a aquellos que me han hecho llegar en ocasiones anteriores mensajes privados con buen ojo crítico y acertados puntos de vista. No dejemos que se queden en el tintero.

viernes, 11 de enero de 2013

El riesgo moral, la dación en pago y el difícil equilibrio entre el "yo" profesional y personal.

Queridos amigos, lectores y críticos:

Dije, y lo cumplo, que la siguiente entrada del blog sería mucho más personal. Por suerte o por desgracia habrá mucho tiempo para hablar de cosas mucho menos serias como son la política o la economía.

Aun así, no me resisto a aportar mi granito de arena en relación con el horrible drama de las familias que están en la calle al no poder pagar su préstamo hipotecario. Y, lo que es peor, que siguen endeudados tras ello por la caída del precio de su vivienda, cuyo valor es inferior a la financiación recibida en su momento. Es un drama. No hay justificación que valga. Pero lo que hay que hacer es reformar la ley, pues de lo contrario está en juego la seguridad jurídica si cada juez atiende a su propio criterio. Aquí va mi opinión, que he podido defender en algún foro jurídico.

De forma muy simple, lo que la dación en pago permite es que la deuda desaparezca con la entrega de la vivienda, sea cual sea la deuda, y con independencia del valor actual del inmueble. Esta no es la norma en nuestro derecho, donde una persona responde de sus deudas con todos sus bienes presentes y futuros. Aunque el préstamo se destina a la compra de una vivienda, el prestatario (el consumidor) responde del préstamo no sólo con la vivienda, sino con todos sus bienes presentes y futuros. (Sigo poniendo acento en "sólo", pues discrepo totalmente de la última reforma de la RAE, que poco a poco va eliminando la riqueza de la lengua española). Se dice, no sin razón, que si el banco dio dinero para comprar la vivienda, no habría que pagar más que el precio actual de la propia vivienda. Es decir, habría de bastar con renunciar a la vivienda para dar por pagada la deuda.

Además de que con ello se ayudaría a las familias, hay una razón que quizás no se está oyendo todo lo que se debería, pues queda restringida a foros técnicos. Con la dación en pago se equilibran los riesgos del contrato. El banco se ve obligado a ser mucho más diligente. Ahora mismo, la pérdida por no cobrar del banco no es comparable con el drama social de la familia desahuciada. El consumidor es la única parte del contrato que asume el riesgo de la caída del precio de la vivienda. Dicho de otro modo, el banco tiene un "seguro" en la responsabilidad patrimonial universal del deudor que le lleva a rebajar su grado de diligencia en la concesión del crédito. Es lo que los economistas llaman riesgo moral. Por tanto, la dación en pago llevaría a unas entidades de crédito más diligentes, ya que asumirían el riesgo de la caída del precio de la vivienda para cuya adquisición prestan dinero. De un disparo ayudaríamos a las familias endeudadas y obligaríamos a las entidades de crédito a ser más diligentes y, de lo contrario, a asumir las consecuencias.

El talón de Aquiles de esta medida no me convence. Se dice que el precio de la financiación es más barato porque el banco cuenta con la responsabilidad patrimonial del deudor. No me parece un argumento serio. Los bancos españoles jamás han conocido otro sistema, por lo que jamás han prestado más barato que con el sistema actual. Tampoco creo que los bancos españoles presten más barato que otros extranjeros en el país en cuestión. Creo además que es evidente que las condiciones para acceder a un préstamo hipotecario ahora son duras, por no decir imposibles, con o sin responsabilidad patrimonial universal. Por tanto, no "compro" el argumento del diferencial, de la "prima de riesgo" por la ausencia de responsabilidad patrimonial universal. Y aunque así fuera, que como consecuencia de la dación en pago se encareciera el préstamo hipotecario, tampoco parece que fuera a ir mal que se dinamizase el mercado del alquiler. Repito, el drama social es injustificable. Pero en épocas de euforia, se ha juntado el hambre (la euforia del que se endeudaba más de la cuenta, no sólo para la vivienda), con las ganas de comer (el banco poco diligente que no asumía el riesgo de la caída del precio de la vivienda). Prefiero pagar un poco más de interés y saber que dando mi vivienda en pago el banco no podrá venir a por nada más. Pero, como siempre, abro el debate, faltaría más.

Pasando ya al plano personal, he vuelto a sentir vértigo al coger el avión. Es típico oír (y de hecho de ahí viene el título de este blog) que la distancia hace madurar a las personas. En mi caso me ha hecho descubrir que yo puedo ser mi principal enemigo. Como dice mi buen amigo Guillén, aquí estoy teniendo auténticos "orgasmos intelectuales". Sin embargo, y ya lo dije nada más llegar en la primera entrada del blog, tengo clarísimo que mi felicidad está en España. Y a medio o largo plazo concretamente en Zaragoza. Me preocupa dejarme llevar por la vorágine de la ambición profesional. Lamento no haber podido ver o no haber hablado lo suficiente con toda la gente que me hubiera gustado en Navidades. Me sabe fatal perderme la boda de Meris y Chicho. Y un sinfín de cosas más.

Sin duda, voy a tratar de maximizar mi tiempo aquí o en otro lugar antes de volver. Voy a sacar el máximo partido de una experiencia que está resultando apasionante desde un punto de vista profesional y académico. También lo está siendo desde un punto de vista personal, desde luego. Me apasiona la abogacía y el mundo académico. Pero, al margen de la experiencia temporal en USA, UK o cualquier otro lugar reconocido, sé que lo que me gusta está mucho más en España que en USA. Tengo más claro que nunca que quiero y, sobretodo, que sabré parar. Siempre trabajaré mucho. Pero lo haré cerca de vosotros, pues hay "medallas" que no compensan ver pasar el día a día de las personas que te importan.

Dicho y hecho, entrada personal. Volveré a la carga con temas menos serios.

Un abrazo,

Carlos

miércoles, 17 de octubre de 2012

Democracia, legitimidad política y educación. A propósito de las elecciones estadounidenses: hacia la dictadura del populismo.

Queridos amigos, lectores y críticos,

En esta ocasión, entrada del mes de octubre, comienzo con la cita, de nuevo de Toqueville, sociólogo del S. XIX (sí, aún sigo con el mismo libro, pensaba que tendría más tiempo para leer por las noches -aunque a veces pienso que no quiero finiquitarlo-): "(l)os legisladores americanos juzgaron que era preciso que, además del pueblo, hubiera un cierto número de poderes que, sin ser completamente independientes de él, gozasen, dentro de su esfera, de un grado de libertad bastante amplio, de tal suerte que, obligados a someterse a la dirección permanente de la mayoría, pudieran sin embargo luchar contra sus caprichos y negarse a sus peligrosas exigencias [...]. Pero al introducir el principio de la reelección, destruyeron en parte su obra. Han concedido al presidente un gran poder, pero le han quitado el deseo de hacer uso de él. Si el presidente no fuera reelegible, no por eso sería independiente del pueblo, ya que seguiría siendo responsable ante él, pero el favor de los ciudadanos no le sería tan necesario como para plegarse en todo a sus deseos. Siendo reelegible (y esto es verdad, sobre todo en nuestros días, en que la moral política se relaja y los grandes caracteres desaparecen), el presidente de los Estados Unidos sólo es un instrumento dócil en manos de la mayoría. Ama lo que ésta ama, odia lo que ella odia, se anticipa a su voluntad, previene sus quejas, se doblega a sus menores deseos: los legisladores pretendieron que él la guiara, y él es quien la sigue. Así, para no privar al Estado del talento de un hombre, han hecho casi inútil este talento, y para poder contar con un recurso en circunstancias extraordinarias, han expuesto al país a un peligro constante". 

Lo siento; aunque me gustaría, no puedo decir que las elecciones a la presidencia estadounidense estén resultando apasionantes. Son espectaculares, atractivas, emocionantes, pero sobre todo decepcionantes. Sin duda, es una maravilla la profesionalización de la puesta en escena, la elocuencia (tanto verbal como corporal) y, en general, todo el trabajo que hay antes de cada debate o intervención. Tienen, como digo, un alto contenido emotivo que hace que merezca la pena escuchar. Pese a que quiero y añoro mi patria, no puedo evitar emocionarme con ciertas manifestaciones: "(c)onciudadanos, no nos olvidemos que somos todos americanos y que estamos pasando un momento complicado. Saldremos todos juntos, el interés que perseguimos ambos candidatos es el de todos, el de nuestra patria, de eso no cabe duda; pero hoy estoy aquí para convenceros de los  motivos por los que debéis votarme a mí". Hasta ahí. A continuación llega un debate con argumentos tan pobres -eso sí, mejor expuestos-, como los que estoy tan acostumbrado a oír en castellano: ataques personales y desautorización de las afirmaciones contrarias. 

Desde luego, uno no espera, ni tampoco se creería, que un candidato acudiera con la fórmula mágica. Pero es deplorable, especialmente a estas alturas de la campaña, la parquedad y pobreza intelectual de las intervenciones. Tampoco es tan barata como parece una bicicleta de 57 dólares comprada en Walmart. Esta tarde un pedal ha decidido soltarse graciosamente. Curiosamente es de difícil arreglo. Pero hemos aprendido a pedalear con un pedal, valga la redundancia. Paradójicamente, se cansa más la pierna que no pedalea. Pero no por eso pienso que vaya a ganar Romney. 

La democracia es sinónimo de evaluación y escrutinio de la mayoría sobre todas aquellas instituciones cuyo sostenimiento está basado en la legitimidad política. En el caso estadounidense, que no coincide con el español, el pueblo elige al presidente del gobierno. Además se trata de una democracia global, no sólo parlamentarios, sino también jueces y fiscales son elegidos democráticamente. Se trata de que los poderes, todos, no sólo el legislativo, coincida con la voluntad del pueblo en cada momento. Los orígenes del sistema luchaban tanto contra las clases como contra la burocracia. La razón de ser de ello es el temor de Jefferson, primer demócrata tras Washington y Johnson, de que los jueces conservadores  con cargo vitalicio, fueran a hacer inútil la voluntad ciudadana actual. No son pocos los inconvenientes del sistema, puesto que a la legitimidad política, el sometimiento a la voluntad de la mayoría de todos los poderes (legislativo, ejecutivo y judicial), se une, de forma transparente eso sí, la financiación, que otorga el poder de facto a los grupos de interés, a mi modo de ver pervirtiendo el sistema. 

Por poner un ejemplo, los jueces españoles ostentan un cargo vitalicio, lo que es consecuente con la preservación de su independencia frente a la injerencia del resto de poderes. Sin embargo, y nada tiene que ver con esto el que sus sentencia puedan ser revocadas, nadie evalúa la labor de los jueces. Podrán tener mayor o menor legitimidad social (el reconocimiento social a su labor), pero no ostentan legitimidad democrática. ¿Es esto coherente con la idea de un sistema democrático? Mi opinión, basada en la experiencia española, que difiera de otras sociedades, como la japonesa y la estadounidense, es que sí. Los jueces, por mucho que apliquen la ley de forma absolutamente independiente, están vinculados por ella. Hasta el punto que el delito de prevaricación judicial, lamentablemente de moda en nuestros días por el caso Garzón, sanciona decisiones que, con conocimiento de causa, son manifiestamente contrarias a la ley, (sic) injustas. Cuestión distinta es que en general no se pueda revocar la opinión del Tribunal Constitucional, alguien tenía que tener la última palabra. Someter a votación popular la labor de los jueces en cuanto al contenido de las sentencias puede socavar su independencia. Otra cosa es que pudieran ser incentivados, estableciendo que parte de su remuneración (sea la que sea, ahí no entro), esté vinculada con la eficiencia; es decir, el número de sentencias, no su contenido. Además, -y sí, con eso llego por fin a las elecciones políticas- ¿están capacitados los ciudadanos (yo el primero) para decidir qué jueces son los más apropiados para llevar a cabo su labor? Quiero recordar que derecho no es sinónimo de justicia, el juez está vinculado por la ley en nuestro sistema. Si la ley es injusta, lo que hay que hacer es cambiar la ley, no destituir al juez, que está vinculado por la ley, sea la que sea, le guste o no. 

Por tanto, podría llegarse a la conclusión de que los jueces carecen de legitimidad política por dos razones. La primera y fundamental, la preservación de su independencia. La segunda, y ésta es la que me preocupa, los ciudadanos carecen de la formación legal necesaria (no en vano la promoción judicial es orgánica) para determinar qué jueces son los adecuados en cada momento. 

Dicho de otro modo, sin educación no puede haber legitimidad política. Evidentemente, este argumento no es mío ni mucho menos es novedoso. Se trata de la gran lucha de la izquierda del S. XIX frente al argumento, que justificaba el sufragio censitario, de que había que sobreponderar "el gobierno de los mejores por encima del gobierno de la mayoría" (Cánovas del Castillo). Mi opinión, sobre la base de la sociedad actual, y que por supuesto someto encantado a vuestra mejor consideración, es que este hecho, junto con la profesionalización de la política tan bien descrita por Toqueville (el objetivo son los votos futuros), es que caminamos hacia la dictadura de la demagogia. La falta de formación ciudadana y la sociedad de la información en la que vivimos son un caldo de cultivo adecuado para su desarrollo. Los debates políticos no están dirigidos a los fieles ni mucho menos a los intelectuales. Se dirigen a la parte de la población que inclina la balanza en unas elecciones. Al igual que Apple con el Ipad, los políticos crean necesidades que, muy probablemente, los ciudadanos no sabían que necesitaban. En otras palabras, en lugar de atender necesidades actuales, pero muy costosas políticamente, se acude a opciones menos urgentes, que sin embargo gozan de mayor rentabilidad política.

Hay un ejemplo muy claro en el momento actual que me irrita tanto que prefiero no mencionar. Mejor dicho, lo voy a hacer, pero, como siempre, desde el punto de vista estrictamente técnico, puesto que en este blog, como casi siempre, me niego a hacer manifestaciones políticas. Me sorprende que éste sea el contexto idóneo para reabrir el debate de la independencia de algunas comunidades autónomas. La cuestión de la solidaridad fiscal se puede apreciar más en tiempos de bonanza que de crisis. Y no tengo muy claro que el modelo de estos eventuales futuros estados no replicara el modelo español, estableciendo la solidaridad entre las distintas provincias actuales (futuras comunidades autónomas). Paradojas de la vida. En fin, desde un punto de vista legal, es interesante reseñar que ninguna comunidad autónoma reúne los requisitos establecidos por el principio de autodeterminación. A nivel estatal, pero uno ya no sabe qué esperar a cambio de votos, el referendum carece de efecto legal para el propósito perseguido. Una lectura, que lo explica mucho mejor que yo, y que sin duda recomiendo, es la siguiente: http://www.lavanguardia.com/opinion/articulos/20120920/54350587199/francesc-de-carreras-un-referendum.html 

Las reflexiones anteriores se las debo en gran medida a quince personas con las que tengo el honor de lavarme el cerebro cada martes por la tarde, trece alumnos y dos profesores. Uno de ellos nos obligó a matricularnos en una asignatura que me ha hecho comprender por qué estoy ahora mismo en Stanford. Poco o nada tiene que ver con el contenido de mi tesis doctoral. Pero me ha hecho comprender la razón de hacer un máster en leyes en EE.UU. La asignatura se llama: "Law in many societies".

Os echo mucho a faltar. Un abrazo, 

Carlos

domingo, 9 de septiembre de 2012

El código de honor y el banco malo

EL CÓDIGO DE HONOR Y EL BANCO MALO

Buenas noticias: ya sé cambiar el idioma del teclado. Y sí, efectivamente, hubo un compañero que muy amablemente me lo explicó. En la entrada de hoy añado un nuevo "capítulo": las noticias que llegan desde España.

Tras casi dos semanas comienzo a normalizarme y tomar el pulso a mi entorno. Ya tengo aprendido el camino a Walmart (una bicicleta por 57$) y a Trader Joe´s (comida supuestamente sana a precio razonable). Y sí, finalmente me he rendido y he empezado a utilizar la cocina, para lo que el otro día unos cuantos perseguíamos discretamente por Walmart a una italiana para ver qué productos de limpieza de cocina y baño compraba. Creo que todos sabéis que no soy la típica persona que vuelve pro-USA; ni muchísimo menos, pero hay cosas que merecen ser resaltadas. Mientras que mi estimada entidad financiera en España le está costando casi dos semanas para que me llegue una transferencia (eso sí, la comisión -desproporcionada- cobrada desde el día uno), cada día que voy al banco local me ofrecen café y snacks. En el supermercado, las cajeras ponen todos en las bolsas, por las que no te cobran, por cierto. Y los undergraduates y chavales de primer año de universidad te ofrecen el coche para ir a Walmart. Digno de admiración.

Mi día a día es el siguiente: correr por las mañanas por el campus, clases hasta las 6 de la tarde y una ingente cantidad de lecturas y assignments para el día siguiente. Los fines de semana estamos aprovechando para hacer barbacoas y deporte. El nivel no es muy alto, basta con señalar que yo soy la estrella del volley playa (efectivamente, tampoco somos muy altos).

Me siento un privilegiado por poder estar en un ambiente realmente internacional y, sobre todo, intercultural. Es muy enriquecedor estar en una clase así. Muy interesante, para bien y para mal, es poder intercambiar opiniones sobre derechos humanos con abogados del gobierno chino que, lamentablemente, han tenido que notificar ejecuciones de penas máximas. También lo es poder comparar el punto de vista de un taiwanés con el de un chino que, pese a sus diferencias políticas (que sienten realmente como propias), debaten cordialmente a la salida de clase sobre su lengua común (el mandarín). Cada día al llegar a casa paso unos minutos leyendo sobre la historia política de alguna región del mundo.

Acepto muy gustosamente la invitación a comentar más aspectos de cómo es el día a día en la universidad estadounidense. (No obstante, por favor, que nadie piense que, como todo profesional de la política, estoy postergando el contenido del blog al número de visitas futuras). Parto para ello de dos aspectos que comenté en la primera entrada y que considero de cabal importancia: el método impartido en clase y la formación previa a la abogacía. 

En cuanto al primero de ellos, que aquí se conoce como "Socratic Method", consiste en algo mucho más importante que leer la materia que se expondrá al día siguiente en clase. Precisamente, lo más interesante es que en clase no se explica lo que se ha leído, salvo que alguien quiera plantear alguna duda concreta. Por el contrario, en clase se va más allá; el debate, conducido pero no protagonizado por el profesor, y que habitualmente consiste en casos prácticos, pretende ser el cauce de expresión de los distintos puntos de vista del alumnado. Si se pudiera asimilar a mi experiencia patria, yo diría que permite situar al alumno en aquellas dudas que le surgen justo antes del examen cuando ya se ha estudiado la materia y "va más allá". Conscientes de que este método no es común en muchos lugares, en la primera clase pusieron el siguiente vídeo, que quisiera compartir por lo ilustrativo que es (salvo en la tensión de la clase -la introductoria de un curso de contratos-): http://www.youtube.com/watch?v=cZJEhlIefxA . Lo más gracioso fue cuando preguntaron si en nuestro país de origen seguíamos este método y, lo más interesante, por qué creíamos que no se hacía y si considerábamos que podría funcionar. Supongo que mi orgullo patrio me hizo abstenerme, pero lo cierto es que a día de hoy me costaría mucho creer que pudiera llegar a funcionar. (Recuerdo a toda la clase copiando unos ejercicios de alguien de un año anterior. Era tan inútil que no se discutía y ni siquiera se corregían; sólo servía para tener un punto más en el examen). No creo que sea culpa únicamente del alumnado, sino de todos, pues, tal y como dije el otro día, parece que es más una cuestión de lo que significa poder ir a la universidad y lo que se espera del que tiene la suerte de pasar por ella. En la segunda clase ya estábamos defendiendo oralmente una de las múltiples soluciones que podían obtenerse del caso delante de todos los demás. Y lo mejor de todo es que había patadas por salir a hablar en público.

Los más sabios dicen, y creo que no les falta razón, que los mejores abogados son los que evitan cualquier recurso a tecnicismos; los que con "plain" language explican el caso a su cliente. Quiero decir con ello que, en ocasiones, parece que se precisa de un abogado para acceder a un lenguaje absolutamente desconocido para el resto de los mortales. Al menos ésa es mi impresión. Sin embargo, a un médico se le ve como a alguien que presta un servicio. No cabe duda, y aunque sea evidente me tiro más piedras sobre mi propio tejado, que la labor de un médico es más importante en términos absolutos que la de un abogado. Pero salvando esa distancia, estoy convencido que uno sale mucho más convencido de la consulta que del despacho de un abogado. Pues bien, el hecho de tener un background previo y mucho más amplio que el derecho es lo que creo que lleva a los abogados estadounidenses a expresarse de forma mucho más clara y, además, atacar los problemas con una visión multidisciplinar. Es decir, el abogado de empresa sabe realmente cómo funciona una empresa y qué problemas afronta diariamente, a cuyo efecto buscará la solución legal idónea. Del mismo modo, el profesor no explica derecho, sino que explica el sentido social o económico de una norma.

Tras este rollo introductorio, si alguien sigue todavía en la página, me gustaría hacer referencia al Stanford University Honor Code. Mi primera impresión al oír hablar del mismo fue bastante escéptica (ya están los americanos y sus peliculitas con códigos de honor, banderitas y fotos del presidente en su mesita de noche). Hasta que me explicaron el porqué del mismo. No es sólo un tema ético ni, tampoco, un texto producido por la primera generación de abogados y cuidadosamente custodiado. Resulta que con dichas normas los profesores se abstienen de controlar en los exámenes (hasta el punto que pueden hacerse en casa), bajo la promesa de los alumnos de "hacer honor" al código. Y también se permite el uso de ordenadores conectados a internet en clase, pues se da por hecho que nadie está en facebook. Además de lo estúpido de pagar una ingente cantidad de dinero para chatear, la razón económica de todo ello es el coste de oportunidad, la maximización del tiempo de aquél que ya no tiene que controlar a unos alumnos que, de este modo, se sienten mucho más valorados. Es el valor social de la confianza bajo el código de honor en este caso. Un valor, claro, que se destruye cuando alguien lo vulnera, de ahí que cuando sale a la luz una historia de fraude los medios le den tanta importancia, pues influye tanto en las oportunidades laborales de la generación en cuestión como en la valoración del prestigio de la universidad en los rankings. En el resto del mundo los alumnos somos oportunistas y los profesores nos controlan: si alguien puede copiar, ¿por qué no va a sacar más nota? Sería tonto pensar lo contrario. ¿O no?

Desde esta visión relativa que otorga la distancia, llegan noticias sobre España: la imagen de vagos es similar a la de los griegos, lamentablemente para todos los implicados. También se leen titulares como: "el año con más alumnos y menos profesores; ¿cómo va a mejorar el sistema educativo español?" Y llegamos al "Spanish Bad Bank". He podido leer muchas voces patrias que critican duramente (y no les falta razón en parte) el hecho de que se recate a quienes han contribuido a la crisis, incentivando así a continuar con las malas prácticas y teniendo que pagar los de siempre por lo de todos. Jamás me atrevería a criticar a quien sufriendo los recortes sociales sostiene esta conclusión. Pero técnicamente creo que no es quizás la más acertada. Desde luego que tienen que pagar los que han contribuido a la crisis del sector financiero español. Pero estos no son los bancos (personas jurídicas independientes de sus gestores), sino las personas que individualmente lo han hecho. Y creo que faltan muchísimos medios para ello, tanto en el sector privado como en el público (pese a que no soy un experto en éste último, no sé por qué, además del delito de malversación, no se regulan mecanismos de responsabilidad similares a los de las empresas y, en general, a la responsabilidad por daños). Sin bancos no hay crédito. Sólo por eso hay que ayudarles. Y, por favor, que nadie piense que estoy diciendo que el "fin justifica los medios", pues las peores catástrofes de nuestra civilización se basaron en el mismo. Hablo del efecto multiplicador del crédito en la economía. Sin inversion pública pero con recortes (menor PIB por el lado del gasto), y con subida de impuestos (menor PIB por el lado del consumo de las economías domésticas), la economía no puede reaccionar sin crédito. Se necesita crédito para acometer las inversiones a las que incentivan los bajos tipos de interés (el dinero no vale mucho más mañana de lo que vale hoy, pues mejor consumir e invertir hoy antes que meter el dinero en un depósito por el que no te dan prácticamente ni las gracias). Así que bienvenido sea el banco malo. Pero que se aseguren que el crédito llegue a la economía real. Y que sea de una vez, pues siendo partícipes de la misma crisis (desatada en 2007 con las hipotecas subprime), en EE.UU. y Reino Unido habían reaccionado no más tarde de 2008 (cuando dejaron caer a Lehman Brothers -otro día hablaré de la Ley Dodd-Frank como contraposición al famoso principio "Too Big Too Fail"-). Ya hemos pasado el ecuador del 2012 y nosotros aún seguimos evaluando el coste político de nuestras decisiones. A Obama no le ha ido tan mal como temieron unos y ahora temen otros que les pueda ir.

Acabo con una cita que me ha dado mucho que pensar, con la ilusión de que fomente el mismo debate que en la primera entrada: "yo no conozco más que dos medios para hacer reinar la igualdad en el mundo político -léase en un Estado social y democrático de Derecho, como es el nuestro-: dar derechos iguales a todos los ciudadanos o no dárselos a ninguno". Es decir, alguien tiene o no tiene derechos, pero no una sola parte de los mismos. Es la razón jurídica de, por ejemplo, en el caso de los homosexuales, haberles reconocido todo tipo de derechos, sin limitación alguna.

Un abrazo,

Carlos


sábado, 1 de septiembre de 2012

Ah'i va el comienzo de lo que me gustar'ia que fuera un blog... Empiezo con mal pie o, mejor dicho, tan mal como era previsible, pues a'un no he sido capaz de encontrar esa herramienta del dichoso mac que permite usar acentos (tengo teclado US)... El t'itulo, que admito que es pedante (s'i, como no pod'ia ser de otra manera), obedece a un principio que trato de recordar siempre que puedo y que ahora pongo en pr'actica: c'omo se an~oran las cosas desde la distancia. Del mismo modo, no hay c'omo la distancia para poder relativizar y valorar las situaciones en su justa medida. Aunque s'e que, para variar, me complicar'e la existencia todo lo posible, me gustar'ia que fuera un medio para contar mis experiencias, proponer y debatir temas que puedan surgir, y, por 'ultimo, comentar frases o citas.

Empezando por el principio, la verdad es que no he sido consciente de esta aventura hasta que realmente me vi pasando por el control de pasaportes en el aeropuerto. De hecho, a'un no acabo de cre'ermelo. Por eso en las m'ultiples despedidas, a pesar de que soy una persona muy emotiva, a penas me inmutaba, todav'ia quedaba casi un mes en la playa. Quiz'as por ello fue un trago duro e intenso en el momento de despegar. No, evidentemente, por la experiencia que va a suponer esta estancia a todos los niveles, sino porque s'e que ahora mismo era muy feliz en Espa`na rodeado de mi familia, novia y amigos, y trabajando en lo que gustaba. Pero era ahora o nunca. Es como abrir un par'entesis en una vida que a`noraba incluso antes de irme.

Los malos estudiantes estudiamos a 'ultima hora. Y en el examen de la vida, de nuevo, estuve a punto de tropezarme, como tantas otras veces. Un aspecto que he heredado de mi madre es que viajo como las maletas. Si hay alguien guiando el grupo la verdad es que no me fijo. Pues casi nada: trasbordo en Paris para ir a San Francisco en menos de 35' porque el avi'on lleg'o con cierto retraso. No s'e c'omo, pero al final la cosa sali'o bien (hubo suerte y una amable azafata de Air France nos gui'o por el aeropuerto). Pero al llegar estaba el maldito tr'amite del control de inmigraci'on y, tras tantos meses de papeleos e idas y venidas, la verdad es que no las ten'ia todas conmigo. Adem'as, tras pegarme las 11 horas de vuelo con un americano de origen holand'es que literalmente flipaba con lo de Stanford (luego hablar'e de esto), me ve'ia muy torpe con el acento californiano. Pues bien, llegu'e y ni me enter'e del momento del famoso control. Tan mal me lo hab'ian pintado que fue muy r'apido. Hasta el punto que sal'i del aeropuerto temiendo que me hubiera saltado alg'un tipo de control (mi madre, como era de prever, me hab'ia llenado la maleta de medicamentos) y que mis papeles no estuvieran en regla. Unos franceses fliparon literalmente cuando les pregunt'e si estaban seguros de que no nos faltaba nada por pasar. Y, para colmo de males, como soy un despistado, me llev'e el portamaletas fuera del aeropuerto, suerte que al segurata de turno le ca'i bien.

La llegada al campus confirm'o todas las expectativas. Es realmente espectacular, una aut'entica ciudad verde universitaria, con un estilo arquitect'onico que a'una modernismo con tradici'on, donde todo el mundo va en bicicleta y donde huele a esp'iritu rebelde universitario en cada esquina. La residencia, un lujo (hay que decir que el precio lo justifica). Si me llam'ais por face time os puedo ensen`ar todo. S'i, ya tengo iphone y mac. Por cierto, mi n'umero americano es el: (001) 650 605 7525. Pero lo que m'as me sorprendi'o al llegar es c'omo te mira la gente cuando le dices que andas buscando el campus de Stanford. Ir a la universidad se percibe como un aut'entico lujo y, si te admiten aqu'i, la gente se endeuda hasta las cejas para poder matricularse. Evidentemente nadie desperdicia un solo momento. Y eso no significa que s'olo estudien. Al contrario, este campus est'a pensado para gente con m'ultiples inquietudes. Pero el tiempo de clase se aprovecha. Y es impensable que alguien no se haya leido el cap'itulo que se debatir'a en clase al d'ia siguiente (el profesor modera y aviva el debate, seda por hecho que todo el mundo ya sabe de qu'e va la pel'icula). En el caso de la Law School se nota especialmente la diferencia. En EE.UU. no puedes estudiar Derecho nada m'as acabar bachillerato, antes se necesita otra carrera. Adem'as, para poder ejercer se pasa una aut'entica rev'alida, de ah'i que ser abogado se valore tanto en EE.UU. Y claro, el que se doctora lo hace con no menos de 30 a`nos. En resumidas cuentas, la gente viene aqu'i teniendo muy claras las ideas. La universidad se percibe como un privilegio tanto a nivel de admisi'on como de financiaci'on. 

En cuanto al ocio, hasta ahora he podido correr por el campus para poder conocerlo (entre otras cosas, hay una pista de atletismo, piscina ol'impica outdoors todo el an`o, campo de golf...). Y, por supuesto, el estadio de football americano. Sinceramente, me pareci'o muy aburrido el partido. No obstante, reconozco que tambi'en me cuesta cada vez m'as estar 90', delante de un partido de f'ultbol. El ambiente sin embargo s'i que es sorprendente. Tambi'en lo es el hecho de que no vendan alcohol en el estadio, ni una cerveza (evidentemente yo me enter'e por terceras personas).

Y para acabar, ah'i va una cita de un libro que estoy leyendo. La verdad es que me apetec'ia aprender algo m'as sobre el origen de esa sociedad que hasta el Siglo XVII pr'acticamente no comenz'o a desarrollarse, a pesar de que luego nos adelant'o. El libro, escrito por un soci'ologo franc'es de mediados del Siglo XIX, se titula "La democracia en Am'erica". Ah'i van unas l'ineas que me han llamado especialmente la atenci''on: 

"La religi'on ve en la libertad civil un noble ejercicio de las facultades del hombre; en el mundo pol'itico, un campo cedido por el Creador a los esfuerzos de la inteligencia. Libre y poderosa en su esfera, satisfecha del lugar a ella reservado, sabe que su imperio es tanto m'as s'olido cuanto que s'olo por sus propias fuerzas reina, y sin apoyo alguno domina sobre los corazones. 

La libertad ve en la religi'on la compa`nera de luchas y triunfos, la cuna de su infancia, la fuente divina de sus derechos. La considera como la salvaguardia de las costumbres, y a las costumbres como garant'ia de las leyes y prenda de su propia supervivencia".

Espero que sea un blog activo. Por mi parte me comprometo a no dejarlo en el olvido. Un abrazo.